Hablemos claro …
Lo que intranquiliza a un numero importante de chilenos, no es la masiva llegada de migrantes en la ultima decada sino las costumbres de ciertos grupos y el color de su piel. Para ser sinceros, a esos chilenos lo que realmente los afectó fue que se les oscureció la Alameda.
Es aburrido repetir que somos un país formado por inmigrantes. Cada grupo con sus costumbres y tradiciones, algunas mas o menos invasivas pero todas integradas. Definitivamente es mas corto decir de cuales continentes vienen que nombrar cada país desde donde llegaron. Tenemos para todos los gustos y de todos los colores.
Como siempre el inmigrante se agrupa e intenta recrear su propio hábitat. Dichas costumbres y tradiciones, al principio son la única rama en la corriente del rio que los mantiene ligado a su cultura; Luego con el tiempo se fusiona, se mezcla pero nunca se olvida del todo.
Hoy, a raíz de este grafico que me compartió un amigo, se desató un debate tremendamente rico en uno de mis grupos de WhatsApp. Digo “rico” porque estoy seguro que el debate siempre aporta -aunque duela. Es parte esencial de la creación de convivencia, acuerdos y reglas sociales.
Lógicamente no transcribo aquí toda la conversación, ni pretende ser este un análisis sociológico de una mente maestra entrenada en la Universidad del Olimpo. Simplemente es una reflexión a partir de las posiciones más extremas, las objetivas, y también a partir del silencio de aquellos, que como en todo evento de la vida prefieren esconder la cabeza en la tierra y omitirse.

Mirando el grafico, comprendo que la variedad de nacionalidades entre el PC y la UDI, demuestran que la polarización no es exclusivamente chilena, sino global.
Pero sorprende que ciudadanos de países que han atravesado por gobiernos socialistas en las últimas décadas (con sus innegables desastres sociales), lleguen a Chile a unirse a un partido de extrema izquierda como el Comunista, tanto como aquellos que se unen a la UDI, el partido más xenófobo del país, y que prácticamente ha propuesto e impulsado las últimas 600 leyes anti inmigrante (casi a la derecha del Partido Republicano)
La mayor inmigración que hay en Chile es peruana, y esos no llegaron por avión con sobres amarillos. Si te fijas en grafico, son los peruanos la mayoría militante en el PC y la UDI, no los haitianos, ni los venezolanos. Entonces la teoría conspirativa del Grupo de Puebla, el G-2 cubano y los marcianos, pierden un poco de asidero en este contexto.

Por otro lado, no es “mal llamada xenofobia”. Una cosa es regularizar la inmigración, con lo que estoy de acuerdo, y la otra es criminalizarla. Más aún cuando los promotores de esas leyes son nietos e hijos de inmigrantes; dicho sea de paso, algunos fueron grupos de dudosas reputaciones, pero con la suerte de haber recibido excelentes beneficios para colonizar, arrebatar, o comprar territorios.
Pero insistes en el mismo error: cuando hablo de xenofobia, no me refiero a las necesarias políticas de inmigración sino al estigma social sobre los inmigrantes, que desde el podio de algunos actores políticos se está “susurrando” al oído de una población, a la que ya resulta una tarea imposible comprender la noticia que lee o escucha; Los demoniza, y crea en la sociedad la imagen de un enemigo; provoca repudio y hasta segregación.
La inmigración controlada habría evitado la avalancha de haitianos que después de haber sido víctimas del engaño por la tierra prometida, ahora son víctimas del desempleo, la discriminación y el abuso. Habría evitado la importación de colombianos sicarios, de cubanos desertores del milagro de la Revolución cubana, ecuatorianos, chinos, y reptilianos con antecedentes delictuales. Pero en este último caso, te recuerdo que hace 10 años ya era un riesgo caminar por la Alameda o dejar la casa sola para ir a la playa. Hace 12 años, ya habíamos visto el sicariato en el caso “La Quintrala”; cuando María del Pilar Pérez contrató a un sicario para cometer el crimen de Diego Schmidt-Hebbel, aún estábamos lejos de “plagarnos” de colombianos. Hace más de 10 años, fuimos testigos de la persecución y balacera de Ítalo Nolli con la PDI. Y el “motochorro” chileno fue una copia criolla temprana importada de la larga glaciación Argentina durante la era de los Kirchner. Aquellos hechos no fueron cometidos por los “seres de Luz de Bachelet, ni por los venezolanos convocados al oasis de américa en Cucuta por Piñera el 2019.
Pero el imigrante ahora es más notorio, sobre todo cuando su piel es oscura. En mi experiencia social, siento que al chileno en general le impactó más el “cambio de tonalidad” en el horizonte, que la migración propiamente tal. Algo así como la famosa frase “winter is coming” de Game Of Thrones pero en versión fruna que sería “dark is come”. El chileno de tez más o menos blanca, a quienes ya les molestaba un poco el nortino quemado y el mapuche rebelde, un día despertó y se le oscureció el panorama. Apoquindo y Providencia ya no estaba llena solo de transeúntes rubios, con el pelo rubio y los dientes rubios, sino que de repente caminaban por sus calles personas con tonos de piel medio exóticos y formas de hablar raras, estridentes, más similares a aquellos de las películas antiguas de Hollywood (las de esclavos, claro).

Véase que los europeos, americanos y australianos tienen una clasificación social muy pero muy diferente. Estos no son inmigrantes, son solo “gringos“. Hoy que te digan “forastero” suena como un elogio ante el tono inquisidor de algunos chilenos cuando dicen entre dientes: “imigrinti” o “iligales”.
No puedes grabar en la mente colectiva de un pueblo hecho de inmigrantes, el mensaje de que “las nuevas migraciones” son perjudiciales, ni epidémicos, ni los causantes de las desgracias del Chile de hoy. Estas “desgracias” son el resultado de la negligencia de aquellos quienes durante tres décadas se quedaron echados sobre cada esperanza testicular que les aseguraba que lo malo ya había pasado. La falta de compromiso social de aquellos que nunca fueron a votar, y el oportunismo de los que fueron reelegidos, periodos tras periodos, sin dar nada a cambio, al menos a sus electores.
Para terminar, le daré unos datos, mi querido amigo:
La inmigración no trajo más delincuencia. Las cifras dicen que el porcentaje de inmigrantes involucrados en caso delictuales, no asciende a más del 2.8% del total de incidentes del país. El problema de la delincuencia, muy al contrario de la omisión de toda la izquierda, el apoyo oportuno del FA, el compromiso por conveniencia del PC, los siete enanitos de Adriana Muñoz, y el rating necesario de los matinales, es un problema estructural del Estado chileno y su legislación; Y entiéndase: del legislador que se quedaba dormido en el sillón de la cámara, del otro legislador que invertía en “acciones” de las empresas para las que legislaba, del fiscal persecutor devenido en militante y activista, y sobre todo de esa severa enfermedad que afectó a nuestros jueces llamada “metamorfosis garantista”.
Aprovecho de decirte que mientras no nos pongamos de acuerdo como sociedad para definir de una buena vez quien será declarado enemigo de la sociedad, cómo y qué castigo se merece, podremos hacer diez mil constituciones, entregar fábricas de vacunas a los alcaldes, y hacer que llueva café pero nada cambiará. Podrás tener un Carabinero por familia, armado hasta los dientes de enciclopedias y magísteres sobre DDHH, pero nada cambiará.

Las mismas leyes que hace 15 años dieron lugar a la frase “puerta giratoria”, son exactamente las mismas que hoy tampoco pueden castigar como corresponde al delincuente chileno, ni al delincuente al extranjero. Mismas leyes que no logran condenar delitos de cuello y corbata, portonazos, tráfico de drogas, asaltos, saqueos, quemas, asesinatos, amenazas y extorsiones publicas.
Por otro, los inmigrantes no vienen a copar los servicios públicos ni a desplazar a los chilenos del beneficio de dichos servicios. Hace 20, 15 y 10 años la gente que tenía la “dicha” de utilizar el servicio de salud pública, también se moría en la lista de espera por una operación, una ecotomografía, o se suicidaba lentamente mientras hacía malabares para conseguir una de las horas imaginarias del único siquiatra disponible en los hospitales públicos.
Durante ese periodo, muchos murieron también de tristeza, lucubrando como pagar la enorme deuda que les perseguiría toda la vida por recurrir a la atención privada, con la esperanza de alargarse un centímetro más la “nueva” vida.
Y ahora resulta que está demostrado que aproximadamente más del 95% de los inmigrantes cotizan en Isapre y Fonasa C. Sin embargo, en aquellas comunas donde existe mayor población proporcional de inmigrantes, se nota más, se publicita más, se viraliza más, pero aun así no colapsan los servicios públicos por una sencilla razón: proporcionalmente no son mayoría respecto a la población chilena de cualquier comuna. Si lo miras fijamente, sin pestañar, podrías descubrir que algunos grupos de inmigrantes, los de peor suerte laboral, los de extremas dificultades sociales y complejas costumbres culturales, llegaron a desplazar a miles de chilenos pero de la pobreza.
Mi intención hermano, no es llevarle a Ud. una suerte de evangelio de la migración pero tengo la responsabilidad como ciudadano, de decirle que su mirada desde el espectro más claro lo ciega y, desde el espectro más oscuro, lo asfixia.